Experiencia solidaria, vivida entre jóvenes y responsables de Camino Juvenil Solidario con encuentros, salidas a la calle con difusión de cultura solidaria y trabajos cotidianos orientados a crecer como personas.
Estamos de campamento. ¿Qué supone para los jóvenes esta experiencia, qué aporta en nuestras vidas, qué supone para las ciudades y lugares por los que pasamos…?
Esto es una experiencia en intensidad: durante 15 días tenemos 24 horas de convivencia, trabajo, servicio y alegría. Preguntando a los chicos y responsables escribo estas líneas.
Uno me contestaba mientras escurría la ropa que estaba lavando, otro mientras volvía de recoger unas mesas y algunos entre papeles de planificación de tiempos y espacios. En un pabellón, ordenando unos megáfonos y revistas o limpiando baños… estas son las palabras que he recogido.
Me importa todo.
En el campamento estamos en un constante esfuerzo por salir de nosotros mismos y abrir los ojos, los oídos y el corazón al mundo. Nos damos cuenta que, normalmente, vivimos casi sordos, instalados en cómodas rutinas de “lo mío”. Aquí hablamos de cosas que no se hablan cotidianamente en nuestro ambiente. Pero importan. Hemos hablado de la vocación, de cómo sufren a nuestro lado los pobres, las mujeres prostituídas, los drogodependientes, los abandonados, los parados… y hemos escuchado los gritos de dolor, que resuenan en cada uno según su madurez, según sus cualidades, su sensibilidad… quizá su vocación.
Los jóvenes hablan de su experiencia:
“A mí un día me enseñaron para qué servían estos cables, mientras los usábamos en la calle, y hoy me voy planteando incluso dedicarme a eso”. “Haciéndonos responsables de campamento estamos aprendiendo cosas que nos van a servir incluso para la profesión”.
Salimos a la calle a denunciar las injusticias,y procuramos no engañarnos a nosotros mismos pensando que lo que decimos es lo más importante. Nuestra vida es quien más habla, grita y cuestiona… La principal tarea del joven es hacerse PERSONA, crecer aprendiendo, escuchando, cultivando sus cualidades a base de esfuerzo y vida con otros.

Algunos chicos decían “yo aprendí a fregar en un campamento. Parece algo muy pequeño, pero creo que la mitad de mi clase no sabe fregar, y menos fregar para 90 personas en una manguera fría sobre una alcantarilla”.
Las comodidades son la mejor escuela de corrupción. Servir es alegría. También en los campamentos.

Experimentamos que somos pequeños, que necesitamos a los otros. Pedimos ayuda y reconocemos que hemos metido la pata. Y también vivimos la alegría de colaborar con el otro. Los juveniles, caminando hacia Santiago han visto una y otra vez la escena de chavales que llevan la mochila de otros, sin necesidad de mucha conversación, simplemente porque ven la necesidad y dan respuesta.

Estos días hemos hablado con personas que, desde un gran sufrimiento, han encontrado fuerzas para la lucha y la solidaridad: religiosas de clausura, sacerdotes, enfermos, mujeres que trabajan contra la prostitución, madres de hijos drogadictos que han creado movimientos contra el narcotráfico, trabajadores, jóvenes… y hemos concluido que queremos ABRIR MÁS LOS OJOS Y LOS OÍDOS, porque Dios nos llama a gritos en el grito del mundo.
Hasta mañana en el campamento.
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