El barrio Pesquero de Santander ha perdido a uno de sus referentes y apoyo durante décadas.
En un campamento de Camino Juvenil Solidario de hace unos pocos años tuvimos una tertulia muy interesante con Alberto Pico, amigo de Julián Gómez del Castillo, que nos dijo que en parte, él se hizo sacerdote por Julián, al que conoció en el seminario.
El padre Pico nació en La Habana, Cuba, en 1931, aunque llegó de muy pequeño a Cantabria. Su padre de Guriezo y su madre mexicana, de Morelia (Michoacán), lugar al que emigraron muchos cántabros a finales del XIX y principios del XX. La vocación le llegó pronto y a los 25 años ya se había ordenado. Fue coadjutor en Laredo y en el Carmen, en Santander, capellán de la Marina Mercante y párroco en Secadura, San Mames de Aras y Llánez. La enseñanza fue otra de sus ocupaciones, maestro de niños empeñado en construir un nuevo modelo de enseñanza con menos lecciones de carrerilla y más humanidad. En 1971 llegó al Barrio Pesquero.
Allí, Pico caló en el barrio. Se fue adaptando y no solo se empeñó en las clases de los más pequeños, sino que era ayuda para las mujeres que hacían equilibrios con el presupuesto doméstico, con los marineros y, sobre todo, con los jóvenes, en unos años muy duros.
El padre se apoyó en especial en las monjas del barrio y el padre Julián Torre, ya fallecido, el alma de la guardería y de la asociación de vecinos.
Con ellos fue ganando peso. Consiguió que el obispado cediera los terrenos de la filial para lo que fue ya un Instituto de Enseñanza Superior dependiente del Ministerio (el de ahora lleva su nombre) y se convirtió en «un gran integrador social».
No hay comentarios:
Publicar un comentario